lunes, 7 de enero de 2013

A,lo,mejor

Al principio todo es un poco raro, no sabes si vas muy guapa, no conoces a mucha gente, es todo un poco incómodo.

Conforme pasan las horas empiezas a conocer a gente con la que charlas, te ríes, compartes alguna anécdota. Crees que serán tus compañeros durante toda la fiesta y que te ayudarán a pasarlo en grande. Y de repente cuando estás en el baño oyes como una de esas niñas que acababas de conocer y te habían llenado de halagos, estaba criticando tu vestido y el grano que te había salido la semana pasada.


Después de este imprevisto te acercas a donde están las bebidas y te sirves una copa. En ese momento se te acerca el típico moscón al que no haces ascos porque básicamente no tienes a nadie mejor con quien hablar. Es el típico niño mono, que se sabe desenvolver y es relativamente divertido. Empiezas a fijarte en que es más guapo de lo que pensabas al principio, que parece un caballero y un buen chico conforme hablas con él. Aunque sigue siendo el típico chulito, pero tiene su encanto. Y de repente te besa y te asombras a ti misma de estar haciendo tal cosa. Pero no paras. Y de repente te das cuenta de que estás en una habitación, con el vestido subido y en sus manos en lugares donde no deberían estar. Y paras, quieres volver a la parte de hablar, pero él no. Y te vas. Oyes algún tipo de insulto conforme sales de la habitación, pero te son indiferentes.


Cada vez es más tarde y la gente empieza a irse. Te sientas en uno de los sofás, cerca de unas chicas que parece que se están divirtiendo mucho y no sabes cómo, acabas metida en la conversación. No se parecen en nada a las que conociste al principio y eso te alegra. Comenzáis a contaros cosas y acabáis descubriendo que tenéis más en común de lo que pensabais. Y por una parte te alegras de que haya ocurrido todo lo anterior, porque si no hubiera sido así a lo mejor no te habrías sentado en ese sofá a hablar con ellas, y no hubieras descubierto a esas increíbles personas.


Y mientras estás pasando un muy buen rato, miras el reloj y te das cuenta de que ya son las 7.30 de la mañana y que ya se han ido todas las personas que estaban en la fiesta menos las chicas del sofá y unos cuantos chicos que están por ahí jugando a algún juego relacionado con el alcohol. Tienes que empezar a recoger y algunos de los que estaban empiezan a escabullirse con las típicas excusas. Las del sofá se quedan, pero también algunos de los chicos que estaban jugando a esos juegos. Uno de ellos es especialmente atento y amable, y ayuda más que ningún otro. No le habías visto antes en la fiesta, pero parece un chico especial, en el mejor sentido de la palabra. Comenzáis a hablar de lo sucio que está todo y de los guarras que pueden llegar a ser las personas tirándolo todo al suelo, y acabais hablando de lo que esperais del futuro y de sueños nunca cumplidos. Sin saber cómo ese lunar debajo de su ojo derecho te ha embrujado hasta tal punto de no saber ni dónde estás.



Puede que los buenos se queden hasta el final, pero los mejores son los que ayudan a recoger al día siguiente.


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