Fue el momento, fue lo que llevabas mucho tiempo esperando.
Te decepcionó, yo me decepcione. No era lo que tú pensabas ni mucho menos.
Tengo muchísimos defectos que se me ven a la legua, cosas que asustan. Me
encariño con facilidad sin quererlo, siento demasiado por gente que no debería,
soy una llorica y me rio por cosas sin sentido.
Me dijiste algo cuando empezó todo esto que ya me dio
miedito: “pase lo que pase con esto, que sepas que eres increíble” y no me lo
creí, ni me lo sigo creyendo. Que te
digan algo que suena mal es peor que te digan algo malo, cuando te dicen algo
malo lo asimilas, es malo y punto, cuando te dicen algo que suena mal no sabes
cómo tomártelo, obviamente depende de la persona, de lo que la conozcas, de la
situación, el contexto… pero te deja igual de mal y rayada.
Así que aquí estoy, con un examen mañana y escribiendo. Como
siempre, haciendo lo único que me hace sentir bien. Contigo había encontrado
una pequeña parte de esa estabilidad que buscaba, de esa estabilidad que
necesito para ser algo de mí misma. Entiendo que es una gran responsabilidad
que nadie quiere cargar sus hombros. Ni yo misma quiero, y así estoy.
Y al final acabas haciendo cosas que no te gustan con tal de
vivir un resquicio de felicidad, de esa sensación, de ese subidón… acabas sin
reconocerte a ti misma, aunque, ¿lo hiciste alguna vez?
Yo que sé. Ya deliro. Ya está. Ya se acabó. Ya se han ido de
año sabático mis neuronas, sin intención alguna de volver.
Never good enough.
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